miércoles, 3 de abril de 2019

Primeros pasos

Aunque me he lanzado a escribir ahora, llevo interesándome por este tema bastante tiempo, aunque no lo suficiente. Desde que soy pequeña en mi familia hemos comido cuanto podíamos de una pequeña huerta que tenemos en el jardín. Tomates, lechuga, calabazas, cebolla... Muchas cosas eran de producción propia.

Además comíamos algunos productos veganos como el tofu, las hamburguesas vegetales y la leche de soja. Mis padres me criaron con dieta vegetariana, cosa que en aquella época me daba bastante vergüenza decir (en el comedor del colegio me sentaban en un sitio especial y mis amigos me miraban raro). 

En mi adolescencia, perdí por completo las buenas costumbres y opté por revelarme contra lo sano y bueno para el medio ambiente. Supongo que todos hemos pasado por esa época rebelde en la que quieres ir en contra de tus padres. 

Cuando crecí volví a cogerle gustillo y empecé a interesarme más. De hecho fui otra vez a una de mis ferias preferidas: Biocultura (digo yo que todas las personas que se muevan en este mundillo lo conocerán) y  volví también a no tirar cosas al suelo o evitar bolsas de plástico (lógico).

Biocultura

Para quien no controle mucho qué es Biocultura, se trata de una gran feria de productos ecológicos y de consumo responsable. Se juntan muchísimas empresas y pequeños comercios exponiendo todos sus productos naturales: comida, cosmética, cuidado personal, cosas del hogar, higiene, alternativas al plástico, etc. Allí me hice con mis primeros productos para evitar el plástico: un cepillo de dientes de Naturbrush (4,90 €), una botella de agua de vidrio de Irisana (9 €), un cacao de hierbabuena de Naturalmente Mediterraneo (5 €) y alguna cosilla más. 
Ese día salí de allí con una sonrisa como si hubiese salvado el mundo pero lo cierto es que aún no tenía ni idea. 



Pasados unos meses la botella me defraudó un poco porque cogía sabor a cerrado muy rápidamente y yo soy bastante especial para esas cosas. También decidí comprarme una mochila de cáñamo. Os cuento.

Hemper

Hemper es una marca de mochilas (y ahora riñoneras y fundas de portátiles) que me gustó desde el primer momento que supe de ella. Las mochilas son preciosas, están hechas de cáñamo, no utilizan nada de plástico ni en el producto ni el packaging y se fabrican en Nepal gracias a sociedades en riesgo de exclusión social. Además el 20% de lo que tu pagas por un producto, va destinado a proyectos sociales. Lo sé, parece que lo estoy vendiendo, pero eso fue lo que a mi me enamoró.
Digamos que no es una marca especialmente barata y que a muchas personas nos duele gastarnos tanto dinero en una mochila, pero tras varios días llegué a la conclusión de que era la mejor mochila que podía comprar, sin residuos y ayudando a la gente de Nepal (contando con que muchas marcas te cobran lo mismo por mochilas que no son nada sostenibles). 

Me encantó nada más recibirla: 
  1. El packaging era una bolsa de arroz reciclada, ya que es un ingrediente básico en la dieta de Nepal, adaptada con asas para que puedas volver a usarla cuando hagas tus compras. 
  2. La etiqueta era de papel artesanal con semillas ¡Para plantarla! Desafortunadamente no germinaron las semillas de la mía...
  3. Llegó con un parche de tela de regalo.
El único fallo que he visto desde que la uso son las asas, que se han ido deshaciendo un poco y tengo que ajustarlas cada dos por tres pero bueno, ¡nada que no arreglen un par de nuditos!





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte conmigo tus ideas!